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Jurassic World: El reino caído (2018)

La crítica especializada recibió Jurassic Park (1993) de Steven Spielberg como una mera película de efectos digitales. Con el tiempo se ha convertido en un clásico del cine de aventuras. Su secreto: personajes interesantes, diálogos eficaces, elipsis elegantes, humor soterrado, acción a raudales y unos efectos visuales al servicio de la historia que han aguantado el paso del tiempo. Luego vino una segunda película del propio Spielberg que no llegó a dar tanto en la diana pero que se puede recordar por la factura de algunas secuencias marca de la casa. Jurassic World 3 repetía la fórmula y, salvo también alguna secuencia específica, no captó el interés del publico.

Con estos precedentes se pretendió dar un salto cualitativo con la llegada de Jurassic World (2015) -un reboot de la primera trilogía- con personajes diferentes que mantiene, sin embargo, los rasgos estilísticos del Universo Jurásico. Jurassic World recuperó algo el pulso de la primera entrega y muy especialmente la taquilla. Con un presupuesto de algo más de 150 millones de dólares recaudó 1.600 millones. Una película más luminosa de lo habitual, con sentido del humor y química entre sus protagonistas. Es verdad que también con una acción un tanto confusa y un personaje femenino que chirriaba ya en los tiempos previos del metoo, pero al que la actriz Bryce Dallas Howard defendía con mucho estilo.

Ahora llega la segunda película de esta trilogía. Se la han encomendado a J. A Bayona, un director español que había logrado prestigio internacional con El orfanato (2007), Lo imposible (2012) y Un monstruo viene a verme (2016). Tiene mucho mérito que a un director que viene de una industria tan raquítica como la española le encomienden hacerse cargo de una cinta con un presupuesto de 260 Millones de dólares. Lo primero que hay que reconocer es que Bayona sale bien parado del envite.

La película está dividida en dos partes y un interregno. El punto de partida tiene su miga. ¿Debemos aplicar los principios de la defensa de los derechos de los animales a los dinosaurios que no dejan de ser el resultado de una modificación genética y una amenaza para la humanidad? Precisamente los protagonistas de la película se embarcan en la aventura para salvar a estos dinosaurios cuando corren el peligro de desaparecer por la erupción de un volcán.  Esta primera parte remite al estilo propio de la serie. Un brillante prólogo y una presentación de los principales personajes un poco larga frenan el comienzo de la acción principal que, en cualquier caso, nos ofrece todo lo que esperamos: carreras donde los dinosaurios persiguen a los protagonistas, peleas entre los propios dinosaurios, vehículos de diseño reciclados de cintas precedentes, una secuencia acuática, escapada en última instancia. Todo se cierra con una imagen poderosísima: el brontosaurio desapareciendo entre polvo, lava y fuego en la isla Nublar. A la secuencia le sobra algún plano de los rostros de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard mirando asombrados el espectáculo. No hacía falta tanto énfasis. El espectador es capaz de maravillarse por si mismo.

Tras un breve interregno en el que parece que la película va a tomar los derroteros de King Kong, nos adentramos en territorio Bayona. La película pasa de una aventura mas o menos oscura a una película de terror gótico. Las claves: una mansión tenebrosa, un ama de llaves que oculta un secreto sórdido, un anciano que emula a Frankenstein, contraluces, lluvia, mazmorras, una niña Caperucita Roja, un dinosaurio en el tejado, una subasta con los grandes millonarios del mundo cuya atmósfera orgiástica recuerda a Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick. Aquí todo se cierra con otra secuencia relevante: el momento en el que hay que tomar la decisión de dejar huir a los dinosaurios asumiendo sus consecuencias. Con toda lógica es la niña, con un origen incierto, quien toma la decisión y deja así la puerta abierta a una tercera entrega.

El casting de la película es formidable: la presencia de James Cromweel, como Sir Lockwood, siempre presagia algo turbio; Geraldine Chaplin parece requerir un desarrollo argumental propio; Toby Jones construye un malo sin matices ni conciencia; toda película de la saga necesita un mercenario de cierta simpleza y bastante cerril, en este caso obsesionado por coleccionar dientes de dinosaurio, que borda el actor Ted Levine. En fin, el cameo de Jeff Goldblum, como el matemático Ian Malcolm, permite abrir y cerrar la película. Solo un último apunte personal. Siempre he pensado que convertir al John Hammond (Richard Attenborough) de Michael Crichton en un abuelo un poco ñoño fue una mala idea de Spielberg. Ahora me pregunto qué hubiera sido capaz de ofrecernos James Cromweel como Sir Lockwood con algo más de desarrollo y contenido.

El guion de Colin Trevorrow, director de Jurassic World y máximo responsable de esta trilogía, es irregular. No desarrolla los personajes. No consigue líneas de humor, ni entre los personajes principales, ni entre la pareja de jóvenes que debían actuar como contrapunto. Algunas digresiones cortan el ritmo de la película. Tiene cosas inexplicables o absolutamente ridículas incluso en una película de aventuras o fantástica, donde casi todo está permitido. No se sostiene, por poner un solo ejemplo, que alguien considere que los dinosaurios pueden ser un arma militar disuasoria de defensa o ataque. Con este material, Bayona logra una película mas que digna. Resuelve con inventiva visual y capacidad técnica las secuencias de acción. No aburre. Incluso logra dar una identidad propia al segundo tramo de la película. Considerando que el margen de maniobra en este tipo de superproducciones es muy estrecho para un director con una personalidad tan marcada como la de Bayona, podemos asegurar que ha superado la prueba con creces.

 

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