“Blonde”. ¿Quién teme a Norma Jeane?
Marilyn Monroe fue un mito erótico masculino en los años 50 y 60 del pasado siglo. Más tarde en los 70 y 80 pasó a ser un mito cinéfilo. Jose Luis Garcí filmó un cortometraje en esta línea cinéfila en 1975 titulado Mi Marilyn. Para las nuevas generaciones el icono Marilyn quizás sea algo más lejano: una excelente actriz que encarnaba el papel de “rubia tonta” y era capaz de robarles escenas a Jack Lemmon, Robert Mitchum o Clark Gable. Para el espectador de hoy parece fácil leer que esa rubia tenía muy poco de tonta. El cine del pasado visto con los ojos de hoy nos permite interpretar mejor ese pasado y conocer mejor nuestro presente.
Blonde es una película producida por Netflix que no tiene previsto estrenarse en las salas comerciales. Forma parte de la estrategia de calidad impulsada por la plataforma, como lo fue Roma de Alfonso Cuarón, con posibilidades de llevarse también algún premio en la próxima edición de los Óscar. Desde luego, Ana de Armas será una seria candidata al de mejor actriz femenina.
Al frente del proyecto está Andrew Dominik, otro cineasta con un gran cartel entre la crítica, con películas como El asesinato de Jesse James por el cobarde Tom Ford (2007) o Mátalos suavemente (2012). Que la industria confía en él es indudable cuando se le propuso dirigir el episodio 5 (además del 4) de la serie Mindhunter, nada menos que aquél donde los agentes del FBI entrevistan a Charles Manson.
Dominik partía en Blonde de un excelente material de partida: la biografía novelada de la actriz, escrita por Joyce Carol Oates. El original literario le facilitaba huir del convencional biopic de un juguete roto de Hollywood, como pudo ser en su caso Frances (1982) de Graeme Clifford con Jessica Lange. No obstante, Dominik se toma muchas licencias, quizás demasiadas.
La película cuenta la escisión esquizofrénica entre el personaje de Marilyn modelado por la industria de Hollywood y la persona real de Norma Jeane, autentico nombre de Marilyn. Esa Norma Jeane abandonada por su padre, maltratada por su madre, acosada por su padre adoptivo, violada por productores, tratada como un objeto sexual, cuyo afán fue ser considerada por lo que realmente era: una excelente actriz, una mujer inteligente y sensible con inquietudes culturales y políticas y con el deseo frustrado de ser madre. Muchas de esas cosas están en el filme, otras lamentablemente faltan.
Dominik es un director brillante formalmente: continuos cambios del color al blanco y negro que funcionan con fluidez, cambios de formato, travellings y movimiento de cámara continuos. Su narrativa atropellada engancha. Es como si cada secuencia se hubiera planteado como un tour de force, donde el director hubiera querido dejar su huella. Vamos, algo no muy alejado de la actitud de los maridos y hombres que rodearon y abusaron de Marilyn y querían llevarse el trofeo a casa.
Hay decisiones estilísticas polémicas. La primera, el subrayado innecesario de algunos planos. Marilyn gritando “yo no soy esa” ante una secuencia de una de sus películas. Marilyn interrogada por Joe DiMaggio indagando cómo había llegado tan alto en una industria tan compleja y el plano a continuación de la pregunta– que ya habíamos visto antes- de la violación por un productor, identificado como Z, como un presunto Zanuck. Mas grave aún, las secuencias donde Artur Miller primero se sorprende que Marilyn/Norma Jeane conozca la obra de Chejov y, luego, se asombre por la interpretación de la actriz en un ensayo donde se nos escamotea precisamente su actuación. No hay mayor traición a todo lo que la película parece querer contar. No vemos tampoco la adolescencia de Marilyn, ni su primer matrimonio, ni sus dificultades con el Comité de Actividades Antiestadounidenses, ni su afán por montar una productora. Vemos, en fin, secuencias de algunas de sus películas -interpretada por Ana de Armas- donde más se subrayaba el personaje de “rubia tonta” – Los caballeros las prefieren rubias (1953), La tentación vive arriba (1955) o Con faldas y a lo loco (1959)- pero no asistimos a sus interpretaciones más dramáticas donde destacaba su perfil trágico. Los casos de Bus Stop (1956) y Vidas rebeldes (1961) son los más paradigmáticos. Dominik toma también alguna decisión difícil. Las violentas interrupciones de sus embarazos -no todas documentadas- tiene un mensaje subliminal cuando menos dudoso, la relación con John F. Kennedy no puede ser tratada de forma más brutal o un final de pesadilla, con sugerencias sutiles de conspiración, que está resuelto en esos mismos términos conspirativos. Dominik parece decir “aquí estoy yo” y olvidarse que quién debiera ser la protagonista es Norma Jeane.Blonde se convierte en un ejercicio de estilo en ocasiones brillante, pero donde nos quedamos con las ganas de conocer mejor a la auténtica Norma Jeane -admirablemente interpretada por Ana de Armas-y echamos en falta una mirada un poco más ácida hacia esa industria que la utilizó y destruyó. Dominik nos oculta a la persona e, incluso, al personaje. La industria del cine todavía no puede mirar a los ojos a Norma Jeane.
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