Gus Van Sant – un cineasta indie y vanguardista- se siente cómodo con el corsé de un guión ajeno. Ya lo demostró en El indomable Will. Hunting (1997), con guión de Ben Afflek y Matt Damon. Y ahora lo vuelve a corroborar con Mi nombre es Harvey Mik con guión de Dustin Lance Black.
La arquitectura de la película es convencional pero práctica. Se articula alrededor de los recuerdos grabados por Harvey Milk (Sean Peen) poco antes de ser asesinado. Nada muy original pero contribuye a dar perspectiva a la historia. El guión tiene además otros dos aciertos muy significativos.
El primero es no dar excesivo peso a la secuencia del asesinato. En ningún caso es el centro de la película. No hay thriller, ni suspense. Se trata, sin embargo, de una secuencia bien planificada y resuelta. Travellings por el pasillo del ayuntamiento, asesinato en off del alcalde Moscone (Victor Garber), plano final subjetivo de Harvey Milk mirando al edificio de la ópera donde se representa Tosca. Es el final de una historia y el principio de otra.
El segundo acierto del guión es no centrar tampoco la historia en la relaciones sentimentales del personaje. La película cuenta la lucha por la conquista de los derechos civiles de un colectivo marginado y eso es el centro del conflicto. El resto sirve para contextualizar y explicar el personaje. No se consigue, a mi juicio, el equilibrio- casi irreconciliable- entre el biopic y la película coral. Los compañeros y amigos de Harvey Milk no consiguen, en su mayoría, la entidad de personajes y algunos hubieran necesitado un tratamiento distinto, especialmente el interpretado muy exageradamente por Diego Luna. Nadie escucha su petición de auxilio (el silbato como metáfora, la casa llena de papeles anticipando su suicidio). Nadie tiene tiempo para llorarle.
La interpretación del resto del reparto es excelente, empezando por Sean Peen. La critica ha celebrado también a James Franco en el papel de Scott Smith, el gran amor de Harvey Milk. A mi juicio, magnifico el personaje de Dan White – rival político y finalmente asesino de Harvey Milk- interpretado por Josh Brolin. El actor refleja en sus relaciones con Milk sus sentimientos de desconcierto, miedo y ambición. En su mirada, y en su presencia corporal, se refleja el debate interior y pánico de confesar, ¡yo también soy gay¡ Las secuencias que comparten ambos, sobre todo las cotidianas, el bautizo del hijo de Dan White, las conversaciones delante del televisor, o el acercamiento de Dan White semi borracho a Harvey Milk donde intenta comunicar algo que finalmente no logra confesar, son convincentes y están llenas de tensión.
La incorporación de material de archivo (excelentes los del principio de la película con los arrestos por la policía de San Francisco de miembros del colectivo gay- con el rostro tapado-, también las fotos finales de los personajes reales comparadas con las de sus interpretes, recordándonos que estamos ante una historia real), el granulado de la película que nos acerca al documental, los movimientos cámara al hombro y el rodaje en los propios lugares donde se produjeron los hechos, contribuyen a dar sensación de verismo a la película. No deja de ser una recreación de ficción de un documental –The times of Harvey Milk- realizado en 1985 por Rob Epstein que ganó un Oscar. Algo que no debiera sorprender en un cineasta que recreó plano a plano Psicosis (Psycho, 1960), el film de Alfred Hitchcock.
La película nos recuerda que hay muchas formas de hacer política. La concepción de Hayvey Milk de considerar su lucha como un movimiento es propia de un líder visionario. Su concepción de hacer política en la calle, desde el barrio recuerda también los comienzos de Obama en Chicago. Sus alianzas con los sindicatos en la huelga de la cerveza Coor es una muestra más de las múltiples maneras- y alianzas a veces insospechadas- de política en acción. Interesante la aparición de un antecedente de Sarah Palin, 30 años antes, que nos recuerda que no hay nada nuevo bajo el sol y que siempre hay que estar atentos para no ceder un palmo del terreno ganado en relación a los derechos civiles
Gus Van Sant es heredero de la mejor tradición del cine civil norteamericano. De Frank Capra y King Vidor hasta Sydney Pollak. Harvey Milk tiene mucho - con algo menos de inocencia- de Juan Nadie (Meet John Doe, 1941). Entusiasmo, optimismo, vitalidad. Mi Nombre es Harvey Milk no es una obra maestra, ni probablemente pase a la historia canónica del cine, pero que no esta nada mal que el cine nos recuerde de vez en cuando que hay algo por lo que merece la pena luchar.
· Director: Gus Van Sant
· Guión: Dustin Lance Black
· Fotografía: Harris Savidea
· Montaje:Elliot Graham
· Interpretes: Harvey Milk ( Sean Peen); Dan White ( Josh Broslin); Scoot Smith ( James Franco); Jack Lira( Diego Luna),George Moscone ( Victor Garber)
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